martes, 6 de octubre de 2009

Corazonada


En las universidades de Yale, Princeton y Harvard neurólgos y psicólogos como John A Bargh están descubriendo una concepción nueva del inconsciente que otorga a las corazonadas un poder hasta ahora insospechado.

Vayamos por partes, porque me dan ganas de pedirle a mis lectores que se pongan el cinturón de seguridad no porque vayamos camino de ninguna catástrofe, sino porque la idea de las razones que asoman tras las decisiones que tomamos cambiará de forma radical y, por lo tanto, las razones de su propia vida.

Resulta que la gente se equivoca casi siempre sobre las causas de su conducta. Hasta hace muy poco tiempo, estábamos convencidos de que cuando se trataba de un problema sencillo, como andar por casa o cerrar los párpados si nos deslumbraba la luz del sol, el inconsciente se encargaba de solventar el problema. Por poco que se complicaran las cosas -como a la hora de decidir si me caso o no me caso, si salgo de viaje o cambio de trabajo- recurríamos a la conciencia para que utilizando la razón resolviera el problema. Varios experimentos en las Facultades que mencionaba antes han demostrado que esto es, lisa y llanamente falso.

Es cierto que en la última década ya habíamos descubierto, aunque no lo aceptara casi nadie, que las corazonadas o -por llamarlas por su nombre científico-, las intuiciones o el subconsciente eran una fuente tan válida del conocimiento como la razón.

Ahora bien, el tema de las corazonadas ha ido mucho más lejos. Lo que están demostrando los últimos experimentos efectuados es que el nuevo concepto de inconsciente implica que la conducta de una persona puede ser el resultado de algo que ha ocurrido en el entorno sin necesidad de un acto consciente por su parte, ni de que se entere de lo que está ocurriendo. El inconsciente por su cuenta es responsable no solo de la mayoría de las decisiones que tomamos, sino incluidas las de mucha importancia por la sofisticación o complejidad de los procesos cognitivos implicados. Más de un lector me preguntará: ¿y entonces para que sirve la conciencia?

La pregunta es fabulosa porque así es la respuesta que están aduciendo los científicos. La conciencia sirve, ni más ni menos, que para aprender a distinguir el pasado del presente y el futuro del pasado. Cuando descubrí esto por primera vez me dije que estaba en consonancia con lo que yo había intuido con el comportamiento de mis nietas: hasta que no alcanzaban los cinco o seis años no tenían una idea clara de lo que era el pasado ni el futuro. Ahora resulta que la conciencia es un fenómeno tardío que, cuando aparece, nos permite conseguir una de las cosas más difíciles para los humanos, situarnos en el tiempo.

Lo increíble es no haber descubierto hasta estos días que pasa lo mismo evolutivamente. Los humanos no tuvieron conciencia durante muchísimo tiempo. Es un instrumento refinado que no sirve para lo que creíamos, pero que solo surge a partir de un nivel de sabiduría y capacidad cognitiva determinada.

Notas de Eduard Punset (Facebook, 6.09.2009)