jueves, 6 de diciembre de 2007

Hablando de bueyes perdidos


A lo lejos, los dos batientes de una ventana se abrieron hacia afuera en lo alto. Los brazos de un hombre, muy delgado y débil a aquella altura y a aquella distancia, se lanzaron bruscamente hacia delante. ¿Quién era? ¿Un hombre bueno? ¿Era uno? ¿Eran todos? ¿Alguien que tomaba parte en su desdicha? ¿Dónde estaban los jueces a los que nunca había visto? ¿Dónde estaban los tribunales ante los que nunca había comparecido? La lógica, al parecer inquebrantable, no resiste a un hombre que quiere vivir. "Como un perro", dijo. Y era como si la vergüenza debiera sobrevivirle (Final, citado de memoria, de El proceso de Kafka).

...y para decir simplemente lo que se aprende en medio de las calamidades, que hay en los hombres más cosas dignas de admiraciíon que de desprecio(...). Al escuchar, en efecto, los gritos de alegría que subían de la ciudad, Rieux recordaba que esta alegría estaba amenazada. Ya que sabía lo que la muchedumbre alegre ignoraba, y que se puede leer en los libros, que el bacilo de la peste nunca muere ni desaparece, que puede quedarse durante decenas de años adormecido en los muebles y en la ropa, que espera pacientemente en lñas habitaciones, los sótanos, los pañuelos, los papeles, y que, quizás, llegaría un día en que, para desgracia y enseñanza de los hombres, la peste despertaría sus ratas y las enviaría a morir en una ciudad alegre". (Final, citado de memoria, de La peste de Camus).

Al ver llegar la muerte, a la que siempre había tenido tanto miedo, dijo en las tinieblas, como si a ellas se dirijiese: "A ti encomiendo mi espíritu" (Final, citado de memoria, de Barrabás de P. Lagerkvist).

Palabra en un idioma extranjero: "Espíritu" (Final de la película El silencio de I. Bergman).